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O que o tempo non pode borrar

  • Foto del escritor: Mario González Sánchez
    Mario González Sánchez
  • 15 may
  • 2 Min. de lectura

No meu pobo hai un recuncho onde o tempo semella deterse. Non moi lonxe onde o Cuartel de San Francisco dorme a súa historia. Alí, meu pai escoitaba de neno os disparos que marcaban o amencer. Eran as balas do silencio, as que ninguén quería oír pero que todos sabían contar. A guerra, coa súa cruel puntualidade, espertaba o día coa morte.

Despois, cando a pólvora se converteu en festa, el levábame da man para ver os fogos do Corpus. Onde antes tremía a terra, agora estoupaban cores no ceo. E eu, sen comprendelo, aprendía que a memoria tamén pode vestirse de luz.

Hoxe, a miña casa habita ese mesmo lugar. Aséntase sobre esa ferida, convertida en chan e teito. E cando a morriña me alcanza, séntome onda a xanela. Vexo pasar a vida, os pasos e as luces que xa non soben ao ceo. Penso no que soñei, no que non fun. E consólame imaxinar á miña filla algún día, nesta mesma xanela. Quizais mirando igual, coa mesma tristura doce, preguntándose por min, polo que fun… e polo que ela aínda pode chegar a ser.


Lo que el tiempo no puede borrar

En mi pueblo hay un rincón donde el tiempo parece detenerse. No muy lejos donde el Cuartel de San Francisco duerme su historia. Allí, mi padre escuchaba de niño los disparos que marcaban el amanecer. Eran las balas del silencio, las que nadie quería oír pero que todos sabían contar. La guerra, con su cruel puntualidad, despertaba el día con la muerte.

Después, cuando la pólvora se convirtió en fiesta, él me llevaba de la mano para ver los fuegos del Corpus. Donde antes temblaba la tierra, ahora explotaban luces de colores en el cielo. Y yo, sin comprenderlo, aprendí que la memoria también se puede vestir de luz.

Hoy, mi casa habita ese mismo lugar. Se asienta sobre esa herida, convertida en suelo y techo. Y cuando la nostalgia me alcanza, me siento junto a la ventana. Veo pasar la vida, los pasos y las luces que ya no suben al cielo. Pienso en lo que soñé, en lo que no fui. Y me reconforta imaginar a mi hija algún día, en esta misma ventana. Quizá mirando igual, con la misma tristeza dulce, preguntándose por mí, por lo que fui… y por lo que ella aún puede llegar a ser.

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