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Los matices del amor: entre el deseo, la ternura y la pasión.

Foto del escritor: Mario González SánchezMario González Sánchez

Actualizado: 23 feb

Los matices del amor: entre el deseo, la ternura y la pasión.
Los matices del amor: entre el deseo, la ternura y la pasión.

La palabra «amor» es una de las más utilizadas, ya sea en la literatura, la música o el habla cotidiana. En un artículo anterior que hablaba sobre la felicidad, mencioné que las relaciones personales son clave para el bienestar humano, y entre ellas, el amor ocupa un lugar de privilegio. Sin embargo, el amor no es solo un sentimiento, sino también un conjunto de actitudes y comportamientos que definen quiénes somos y, sobre todo, cómo nos relacionamos con los demás.

En este contexto, es relevante destacar cómo Sigmund Freud distinguió varios tipos de amor dentro de su teoría psicoanalítica, vinculándolos con el desarrollo psíquico, la sexualidad y las relaciones interpersonales. Entre estas clasificaciones más destacadas, se encuentran las siguientes:

Amor sensual o erótico: Está basado en la pulsión sexual y en la búsqueda del placer físico. Se asocia con la libido y el deseo carnal.

Amor tierno o de apego: Surge en la relación madre-hijo y se extiende a otros vínculos cercanos, como amistades y relaciones familiares. Se caracteriza por el cuidado y la protección.

Amor narcisista: Freud lo describe como el amor que una persona siente por sí misma. Es fundamental en la construcción del yo y puede manifestarse de manera sana o patológica.

Amor objetal: Es el amor dirigido hacia otra persona como un objeto de deseo. Puede incluir el amor romántico, pero también la admiración y el respeto.

Amor anaclítico: Se refiere al amor basado en la dependencia, como el que se desarrolla en la infancia cuando el bebé necesita a su madre para sobrevivir. En la fase adulta, puede manifestarse en relaciones en las que una persona se apoya excesivamente en la otra.

Al definir el amor sensual o erótico, Freud introduce el concepto de pulsión sexual, una fuerza interna que impulsa al sujeto a satisfacer una necesidad, ya sea biológica o psicológica. A diferencia del instinto, que en los animales tiene un objetivo fijo, la pulsión en los seres humanos es más flexible y puede dirigirse hacia distintos objetos o formas de satisfacción.

Freud también hablaba del conflicto constante entre Eros (instinto de vida, amor, deseo de unión) y Tánatos (instinto de muerte, agresión, destrucción), destacando que el amor no solo es una fuerza unificadora, sino que también puede enfrentarse a otras pulsiones humanas.

Y aquí es donde debemos centrar nuestra atención, porque dentro de esta amplia clasificación del amor, hay formas que pueden llevarnos a cometer actos de acoso, agresión e incluso violencia sexual.

Al reflexionar sobre esto, me doy cuenta de que en las relaciones de pareja de los personajes de mis novelas se reflejan algunas de estas clasificaciones del amor. Sin embargo, si tuviera que quedarme con una de ellas, sería con la bonita relación entre Diego y María en Al otro lado de la tempestad. Como muestra, quiero compartir un fragmento en el que Diego le confiesa a María que se ha enamorado:


Sentados a la mesa, María comenzó a hablar:

         —Diego, quiero hacerte un regalo. Es un pequeño detalle para que te acuerdes de mí.

         —Muchas gracias, María. Conocerte ha sido lo mejor que me ha pasado en muchos años —esperé unos segundos antes de seguir hablando—. Lo que voy a decir no quiero que sea ningún problema para ti, pero confieso que me estoy enamorando como un adolescente y no puedo impedirlo; lo siento.

         —Diego...

         —¡No! No digas nada. Me conformo con vivir así los días que me quedan en Galicia. Estoy disfrutando de mi particular aventura. Es mi pequeña historia de amor y es maravillosa. No voy a pedirte nada.

         —Me han emocionado tus palabras. No dejas de sorprenderme.

         —Poder estar a tu lado y compartir contigo estas experiencias será mi mayor regalo. Cuando se acaben las vacaciones regresaré a casa y tú te quedarás aquí, probablemente al lado de Kay, pero me gustaría que nada cambiara hasta el último día.

         —Es cierto, Diego —confesó con tristeza—. Un día volverás a tomar el camino que te trajo hasta mi tierra. Aún me acuerdo del día que llegaste. Me estabas esperando a un lado de la carretera y…

María bajó la mirada y dejó de hablar.

         —Cuando me regalaste aquel beso sentí que viajaba al paraíso —confesé con toda la ternura que me estaba regalando aquel momento.

         —Yo ya estaba en el cielo —dijo mirándome a los ojos.

         —Deseo que seas muy feliz; te lo digo de corazón.

         —Lo sé.

            —Desde que estoy en Galicia me están pasando cosas asombrosas —dije, en un acto de reflexión—. He conocido a dos personas tan distintas y tan maravillosas que vais a dejar una marca imborrable en mi corazón.

         —Diego...

         —Has hecho renacer en mí sentimientos que había perdido en la adolescencia.

         —Me alegro —añadió María, que acariciaba mis manos.

         —Si no tuviera que regresar lucharía por estar a tu lado, incluso contra el todopoderoso Kay.

         —¿Sí?

         —Estaría dispuesto a todo por amanecer en tus brazos; por romper el alba sintiendo el suave contacto de tu piel —había perdido el miedo a expresar lo que sentía por María.

         —¡Qué palabras más bonitas! ¿Sabes? Los sueños también se pueden cumplir. Dicen que solo tienes que desearlo con todas tus fuerzas y cerrar los ojos.

         —Me gustaría…

1 Comment


rosaalecrin1961
Feb 23

Yo hablaría del amor propio, q consiste en q nos aceptemos como somos, esto no implica q seamos perfectos.

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